El vino y la comida son para acercarse a la vida, no para huir de ella.
Por Tulio Zuloaga
tulio@soyvino.com
"IN VINO VERITAS". Las famosas palabras
del filósofo Platon en su "Banquete", describen a la perfección las
ideas y palabras que hoy quiero compartirles. Así cómo el filósofo concluyó que
"en el vino está la verdad", yo comprendí, que en la comida está el
amor.
Muchos me preguntan la razón por la cuál
escribo tanto sobre vinos y gastronomía. Esta es la respuesta: Ambas
culturas me han salvado la vida una y otra vez. El Vino, bien y moderadamente
tomado, hace mucho por los seres humanos, en especial por los borrachitos; y la
buena mesa, cuando se han alcanzado los debidos niveles de consciencia y
disfrute, nos brinda la oportunidad de ser felices. Sé que a algunos les
parecerán exagerados mis planteamientos, a mi también me lo parecían, hasta que
descubrí que gracias al desarrollo y aprovechamiento de los sentidos todo
hombre y toda mujer logran comprender el prodigio de la existencia. Otros
asegurarán que estoy loco, "que sólo el amor es suficiente dicha".
Compartí esta idea durante mucho tiempo, hasta que interioricé unas palabras de
Gabriel García Márquez con las cuales pude darme cuenta que la cosa no era tan
sencilla: “El amor es tan importante como la comida, pero no alimenta".
Claro, la decisión de creer o no es absolutamente personal e incuestionable.
Por mi parte he decidido asimilar este universo a través del gozo y existir
bajo una de las conclusiones más significativas que he escuchado, fue planteada
por Einstein: “Solo hay dos formas de vivir: Una es como si nada fuera un
milagro, otra es como si todo fuera un milagro”. Yo, Tulio Zuloaga, encontré en
los vinos y en la gastronomía, mi propio milagro.
EL VINO. Hoy no voy a hacer
énfasis en los múltiples y ya comprobados beneficios que ofrece para la salud. Me
voy a referir a un hecho tan mágico como la bebida misma: Cuando uno aprende a
tomar y a disfrutar una copa del jugo fermentado de la uva, jamás se vuelve a
emborrachar. Dicen quienes conocen del asunto que el efecto que produce es de
sana euforia, de alegría, de introspección, creatividad y romanticismo. El
mismo Beethoven lo reconoció así: “El vino es la musa que inspira nuevos
procesos generativos en uno”, ¿Quien si no él para hablar de inspiración? En
cambio otras bebidas pueden generar efectos adversos, depresivos, logrando
sacar a la luz lo peor de un individuo. No pretendo ser mojigato y admito que
ni todos somos iguales, ni reaccionamos de exacta manera. En lo que puedo
pontificar es que si uno se embriaga, no se debe primordialmente al contenido de
alcohol de un determinado brebaje, se debe a que todavía no se ha aprendido a
disfrutar. Por eso encuentro tanta razón en las palabras del filósofo y medico
persa Avicena: "Un buen vino empuja al estúpido hacia las tinieblas y guía
al sabio hacia Dios". Eso es lo que pasa. En ocasiones me recreo haciendo
cuentas en alguna fiesta. Los amigos beben 5 o 6 tragos de cualquier licor a la
misma velocidad que yo he bebido apenas un pequeño sorbo de mi copa. Reconozco
para qué sirve: El vino es para jugar, para acercarse a la vida, no para huir
de ella. Lo muevo, lo miro, lo respiro, lo mastico. Con lo cual estoy diciendo
que 2 o 3 copas me alcanzan para toda una noche, me divierto al máximo sin
dejar de ser yo. Por eso reconozco que el vino me salvó. Dejé de abusar de los
licores y me convertí en un ser lúcido, ajeno a los excesos. Ahí está el
secreto.
LA GASTRONOMÍA. Me pasó igual
con la comida. De estar obsesionado con ella, me conquisté como sibarita de
atentas percepciones. Esa resultó ser la mejor dieta, y la razón por la que
perdí más de 8 kilos en pocos meses. Aprendí que no se trata de comer para
llenar los vacíos del estómago y del corazón, y que el secreto está en la
seriedad y el interés que se brinda a aquello que es servido a la mesa. Cada
bocado debe alimentar cuerpo y espíritu de lo contrario, es igual que comer
airé, así sea en el mejor restaurante del mundo. La buena comida tiene dos
actores fundamentales para conseguir ser formidable, sensible y real: Es tan
importante el que come, como el que cocina. Soy yo como comensal quien da
sentido a cualquier obra culinaria. El que sabe comer, encuentra la felicidad
hasta en un humilde buñuelo, por el contrario, quien se niega a ser consciente,
jamás lograra disfrutar nada, ni el mejor plato, ni la vida, ni el amor. Si los
sentidos no son explotados al máximo, nada tendrá valor. El buen disfrute hace
la diferencia y eso debe ser reconocido y juiciosamente aceptado. Me despido
con una reflexión del filósofo griego Epicuro: “No existe una vida placentera sin
que sea sensata, recta y justamente vivida, ni se puede vivir sensata, recta y
justamente sin el placer. Quien no tiene tal criterio, no puede vivir
gozosamente”. ¡¡Salud!!
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